Los siglos XVI y XVII no tienen muchas tragedias pero abundan en dramas y comedias.
Las diversas variantes de lo cómico se enseñorean de los escenarios, aunque más cierto sería decir que el humor es una característica de la mejor literatura de la época, y no sólo del teatro. Desde el Libro del buen amor al Quijote o el Lazarillo, pasando por esa suerte de novela dialogada que es La Celestina, la diversión, la ironía y hasta la mordacidad han sido objetivo de unos autores preocupados por gustar, entretener y lograr la complicidad y la carcajada de sus lectores.
Con Los sátiros. Humor y burla en el Siglo de Oro recuperamos muchos de estos textos que contribuyeron a la creación de un ambiente festivo. Algunos de estos poemas son anónimos o de difícil atribución, como los extraídosdel Cancionero musical de Barbieri, el Jardín de Venus reunido por Navarrete, o el Romancero general en sus ediciones de 1600 y 1604. Encontramos así poemas tan conocidos como «el que tiene mujer moza y hermosa / ¿qué busca en casa y con mujer ajena?», cancioncillas picaronas como «-Madre, la mi madre, / que me come el quiquiriquí. / -Ráscatele, hija, y calla, / que también me come a mí», o deliciosas seguidillas: «Al pasar del arroyo / del al amulo, / apretando las piernas, / se me fue el virgo».
La mayoría de los textos, en cambio, sí tienen autor conocido. No sólo los más famosos Góngora y Quevedo: «Ándeme yo caliente / y ríase la gente» del primero o el soneto a una nariz del segundo, por poner sólo dos ejemplos de los muchos posibles. También los hermanos Argensola, el conde de Villarnediana, Diego y Antonio Hurtado de Mendoza, Salas Barbadillo, Baltasar del Alcázar o Vélez de Guevara, junto a los más populares Lope de Vega, Calderóno Cervantes.
No todo, sin embargo, es la palabra escrita. Para transmitir el humor conducido por el verso contamos con dos elementos imprescindibles. Por una parte, la música en directo, pues ya los antiguos sabían que las virtudes de la poesía están en el equilibrio entre ritmo, armonía y lenguaje. El verso clásico español es eminentemente musical, y el acompañamiento en vivo ayuda a la creación de la atmósfera jocosa mejor que cualquier grabación. Por último, lo más importante: dos intérpretes experimentados en el verso, con sentido del humor y capaces de recrear el discreto erotismo de un tiempo de sonrisas y placeres. José Pedro Carrión y Ángeles Martín son prodigiosos y dúctiles, y conforman una pareja agradable, entusiasta y cómplice. Un espectáculo, en suma, para reír y disfrutar con las licencias y gracias de los grandes.
Pedro Víllora |